En los meses en que vivió sin pasaporte de vuelta, fue acogido con una generosidad que el artista evocó ayer, emocionado, cuando el presidente de México, Felipe Calderón, le entregó en la Embajada de su país en España la principal distinción mexicana, el Águila Azteca. En aquel tiempo oscuro, como dijo Calderón, México estuvo pendiente de España, y Serrat fue una metáfora de la preocupación mexicana por el devenir de la historia de la oposición a Franco desde el final de la Guerra Civil.

Para el cantautor catalán “Aquellas experiencias dolorosas del exilio me permitió encontrar en México el hogar perdido”. “Olvidarlo”, añadió, “Sería como olvidarme a mí mismo”. Según el músico, los amigos que encontró allí (desde Luis Buñuel a Juan Rulfo, Paco Ignacio Taibo y Luis Alcoriza) fueron la prolongación de una cultura y un país que ya en 1976 empezó a revivir el espíritu que había interrumpido la Guerra Civil y que México había ayudado a mantener alerta.

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