Durante los próximos meses, Venus mostrará un suave resplandor en el cielo del anochecer; sin duda, será una atracción para quienes les gusta mirar el cielo —pero las apariencias engañan.
Tenga en cuenta lo siguiente: la superficie venusiana es lo suficientemente caliente como para fundir el plomo. La atmósfera del planeta, compuesta en un 96% por dióxido de carbono, es espesa y está llena de vapor con nubes corrosivas de ácido sulfúrico que flotan a través de ella. La superficie es un terreno inhóspito, marcado por cráteres y calderas volcánicas —y que está completamente seco.
{mosimage} Derecha: “Lucero vespertino”. Venus brilla sobre Costa da Caparica, en Portugal. Crédito de la fotografía: Miguel Claro.
Takeshi Imamura está ansioso por llegar ahí.
Imamura es el científico que lidera el proyecto Akatsuki, una misión japonesa también conocida como Orbitador Climático Venusiano. La nave espacial se está aproximando a Venus y entrará en órbita el 7 de diciembre de 2010. Imamura cree que ver de cerca a Venus podría enseñarnos mucho sobre nuestro propio planeta.
“Venus es similar a la Tierra en muchos sentidos. Tiene aproximadamente la misma masa, está ubicado casi a la misma distancia del Sol y está compuesto por los mismos elementos básicos”, dice Imamura. “Y, a pesar de eso, los dos mundos terminaron siendo muy distintos. Queremos saber por qué”.
Aunque un pequeño ejército de naves espaciales estadounidenses y soviéticas han visitado a Venus desde 1961, nadie sabe todavía cómo es que se convirtió en el “gemelo malvado” de la Tierra. ¿Sufrió un caso agudo de calentamiento global descontrolado o fue otra cosa? Cuando Akatsuki llegue a Venus, en diciembre, comenzará a resolver algunos de los misterios que se esconden bajo la espesa atmósfera venusiana.
“Al comparar la meteorología singular de Venus con la de la Tierra, aprenderemos más sobre los principios universales de la meteorología y esto nos permitará mejorar los modelos climáticos que empleamos para predecir el futuro de nuestro planeta”.
Una característica particularmente enigmática es la “super–rotación” de Venus. Feroces vientos impulsan las tormentas y nubes de ácido sulfúrico de la atmósfera en una abatidora tempestad que circula alrededor de Venus a 350 kilómetros por hora (220 millas por hora), 60 veces más rápido que la rotación propia del planeta.
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Arriba: Las nubes ácidas de Venus, fotografiadas por la nave espacial Venus Express, de la Agencia Espacial Europea. [Más información]
“La atmósfera de Venus está en perpetuo movimiento, como si fuese un ser vivo”, comenta Imamura.
Otros misterios esperan solución en esta turbulenta caldera. ¿Cuál es el origen de la capa de nubes de ácido sulfúrico de aproximadamente 20 kilómetros (12 millas) de espesor que cubre al planeta? ¿Y cómo es que los relámpagos venusianos pueden atravesar esta extraña mezcla?
Akatsuki, con sus cámaras relucientes, girará en torno al ecuador del exótico planeta en una órbita elíptica, durante al menos dos años, monitorizando la atmósfera a diferentes altitudes y empleando para ello diversas longitudes de onda (IR, UV y visible). Con esta información y datos adicionales proporcionados por la antena de radio de la nave, los científicos reconstruirán un modelo en 3 dimensiones de la estructura y de la dinámica de la atmósfera.
“La órbita de la nave espacial seguirá la circulación de las nubes de Venus, permitiendo de este modo que los instrumentos monitoricen el movimiento de las nubes directamente desde arriba durante 20 horas continuas a la vez. Uniremos las imágenes para producir una película en cámara rápida, muy parecida a las que los pronosticadores del tiempo terrestre nos muestran en la TV”.
{mosimage} Derecha: Concepto artístico de la nave espacial Akatsuki llegando a Venus. Crédito de la imag