“Porque lo que comenzó con despreocupación, como un juego, poco a poco se haa ido profundizando, desplegando, exaltando; Porque en el corazón de la intimidad, el deseo se volvió más fuerte; Porque la aventura de una noche de bonanza parece rimar con esperanza; Porque un hombre posa su mirada enamorada en una mujer desvelada”…

…Idylle, ayer Eau de Parfum, hoy Eau de Toilette, confirma que cuanto ofrecemos nuestro cuerpo, no estamos lejos de prometer nuestra alma.

Thierry Wasser, perfumista de la casa Guerlain, fue a elegir la suya a su lugar de origen, a los valles búlgaros cuyos campos llena de encanto desde el alba, a la hora de su apogeo.

Hace trescientos años que la rosa búlgara de los treinta pétalos florece en todo su esplendor entre Kazanlak, Kalofer y Karlovo. Trescientos años que, al llegar la temporada de la cosecha, entre junio y julio, afluyen los cíngaros, las escuela cierran y familias enteras acuden a recoger millones de corolas.

La rosa de Eau de Toilette Idylle nació del magnífico conjunto creado por Thierry Wasser y su “padre espiritual”, Jean-Paul Guerlain. “Communelle” es un nombre precioso para una alquimia realizada a dúo… pero vamos a llamarle conjunto de rosas. El gran perfumista selecciona sus aceites esenciales igual que el enólogo elige sus caldos; según su procedencia, según los productores o el momento de la cosecha. Aquí, la más mínima humedad procedente de las montañas, la sombra proyecta por las nubes, la lluvia primaveral y hasta el velo de una fina película natural de cera protectora sobre los pétalos, todo contribuye a la excelencia constante de la esencia. Esencia que, tras la destilación, descansa más de un mes, como un bello alcohol durmiente en su barrica. En eso, el Eau de Toilette Idylle es característico. Un Guerlain, absolutamente, de la cabeza hasta el fondo, en cuerpo y alma.

{mosimage}Esta flor perfecta, voluptuosa sin exuberancia, suave sin empalagos, afrutada sin fingimientos, se unirá, más tarde, al acorde creado por Jean-Paul tras descubrir, en un jardín de Plessis Robinson, un magnifico rosal con el potente perfume de antaño.

Aún más que en el Eau de Parfum, el Eau de Toilette hace hincapié en el ramo floral. Un ramo con rosas, naturalmente, muguete (mucho), Lilas Blancas, unas cuantas Ponías y Fresia, jazmín muy puro… un sexteto olfativo del que se distingue claramente cada arpegio y cada preludio.

Al contrario de lo habitual, que consiste en realizar las diferentes concentraciones de una fragancia por mayor o menos dilución, la versión de un perfume en Guerlain es siempre una nueva obra, un volver a escribirla muy atentamente, Incluso la gota de oro del frasco y la caja se distinguen por su luminosidad, más intensa que la de los originales…

Esta nueva composición es por tanto más exuberante, más “esencia de Azahar-Fresia”, pero también más verde, más “ascendente” y más fresca, como despojada de su vestido de ceremonia.

El perfume, casi desnudo, se envuelve en esos almizcles con olor de piel más ligeros que una pluma y el Chipre es abrazado por un ilang más delicado que el soplo de un beso.

La rosa búlgara, de un color rosa encendido, desprende un perfume intenso gracias a los minúsculos poros situados en la superficie de los pétalos.

Thierry Wasser, al igual que Jean-Paul Guerlain, viaja al ritmo de las flores. Febrero para el azahar de Túnez y Calabria, junio para la rosa de Bulgaria, Jazmín de Egipto en septiembre.

Desde 1828, la rosa sigue siendo la flor preferida de los creadores de Guerlain y Thierry Wasser le profesa una pasión incondicional. En Bulgaria es donde “hace la compra”, visita a los productores y selecciona, como un enólogo, las rosas que se reunirán para crear la rosa Guerlain.

Para Thierry Wasser, el perfume de la rosa búlgara, la “Rosa Damascena”, es excepcional. Le gustan “sus acentos ligeramente pimentados de frambuesa y lichi”. Esta flor, que reina sobe en la región de Karlovo, en el corazón de Bulgaria, debe su nombre “rosa de Damasco” a sus numerosos viajes que le condujeron desde la India, donde apareció por primera vez cruzando Persia y Turquía, hasta su tierra predilecta que encontró en el siglo XVII y donde fundó, en cierto modo, un valle de rosas protegido por montañas llenas de bosques. El clima de la región le es propicio: temperatura clemente, hidrometría elevada, viento ligero y aire puro.

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