* Los “niños son el futuro. Ahí viene la verdadera transformación”

 

“Gracias a ti (público), el sueño sigue siendo realidad”: Saúl

 

Multitud de voces se unieron en una sola, que resonó con fuerza en el llamado Domo de Cobre la noche del viernes. Una canción convertida en grito: “Antes de que nos olviden haremos historia…” Con imágenes, Caifanes recordó a los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, a los periodistas asesinados -entre ellos Javier Valdez y Miroslava Breach-, a las víctimas de feminicidio. Y sus fans contribuyeron con su voz.

Pronto los silbidos y gritos de impaciencia porque el concierto tenía media hora de retraso se convirtieron en una ovación -que dio la bienvenida al quinteto- y un enorme coro que no menguó en ningún segundo durante las casi tres horas en las que la banda deleitó a sus seguidores -adultos contemporáneos, jóvenes, adolescentes y niños- con sus clásicos.

 

Miles de brazos con celulares en mano siguieron los movimientos del grupo, grabando e iluminando un Palacio de los Deportes colmado, donde el entusiasmo parecía desbordarlo desde el momento en que se apagaron las luces y una cita de Bertolt Brecht anunció lo que estaba por venir: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: estos son los imprescindibles”. Así fue la introducción para Antes De Que Nos Olviden, a la que siguió Hasta Morir, Nada y La Célula Que Explota, la cual hizo estallar de júbilo al respetable y provocó que los pocos que se habían quedado en sus asientos, dejaron la butaca. El coro fue tal, que por momentos, superó la voz de Hernández.

Saúl Hernández, vocalista y compositor. Foto cortesía Ocesa / Lulú Urdapilleta

 

“Gracias por estar aquí. Gracias a ti el sueño sigue siendo realidad, todo existe, todo es posible y todo puede suceder”, expresó el vocalista como introducción a Viento, en la que Diego Herrera mostró su talento en el saxofón- y que fue precedida por un fragmento del “Poema de amorosa raíz” del nayarita Alí Chumacero: “Cuando no había flores en las sendas, porque las sendas no eran ni las flores estaban; cuando azul no era el cielo ni rojas las hormigas, ya éramos tu y yo”.

Diego Herrera, teclados y saxofonista. Foto cortesía Ocesa / Lulú Urdapilleta

 

Entonces, llegó una “canción del primer disco…, ya hace 30 años. Está cabrón. La escribimos por la situación política, pero parece que todo sigue igual”, dijo Hernández para dar pie a Aquí No Pasa Nada, a la que prosiguió Nubes y Para Que No Digas, en la que la destreza de Alfonso André en la batería enloqueció a la audiencia. A partir de ese momento, fueron muchos los que se animaron a tocar la batería de aire en las gradas, mientras que el resto, cimbraba el inmueble con el eco de sus gritos.

Alfonso André hizo vibrar a la audiencia con un solo de batería. Foto cortesía Ocesa / Lulú Urdapilleta

 

Sombras -en la que Saúl confesó que una chica del público lo hizo llorar y le robó el corazón (“¡Tú también, wey!, le respondió un fan desde las gradas) y en la que reconoció la respuesta de sus seguidores: “Están bien cabrones. ¡Están increíbles! Hay mucha luz, mucha fuerza, mucho poder”, agregó- y Heridos -el primer tema de la banda tras su reencuentro hace ocho años- ayudaron a mantener el ambiente, que se volcó en la euforia con la petición: Cuéntame Tu Vida.

Pero las emociones volvieron a desbordarse con la dedicatoria de Ayer Me Dijo Un Ave a los “hijos, sobrinos, nietos, primos chiquitos. Para todos los niños -dijo el vocalista- que son el futuro, el presente de nuestro nuevo camino, porque ahí viene la verdadera transformación, raza. Seamos sus tapetes para que puedan caminar libres, seguros, pero sobre todo felices”.

Foto cortesía Ocesa / Lulú Urdapilleta

 

Sin embargo, No Dejes Que permitió la comunión de miles de gargantas que, con habilidad, saltaron el breve silencio previo a que Los Dioses Ocultos entraran en acción, pieza en la que Saúl y el bajista Sabo Romo observaban, con esmero desde el extremo izquierdo del entarimado, a la audiencia, que sin reparos les prodigó una ovación.

Así, el entusiasmo no tuvo obstáculos para ir en aumento. Mujeres eufóricas lanzando frases cariñosas al frontman de la banda y decenas de cientos dejándose llevar por el ritmo de la música, gritos que acompañaron a la banda en Detrás De Ti, Miércoles de Ceniza, De Noche Todos Los Gatos Son Pardos, Aviéntame y Perdí Mi Ojo de Venado, en el que el solo de André en la batería deleitó a la multitud que lo colmó de aplausos. Aunque algunos trataban de seguirle el paso con sus baterías imaginarias, al final, terminaron cediéndole toda la atención. Y para salir del ensueño, Aquí No Es Así.

Sabo Romo en el bajo y Rodrigo Baills en la guitarra. Foto cortesía Ocesa / Lulú Urdapilleta

 

“Nos rendimos a tus pies, raza”, agradeció Saúl a sus fans, para iniciar el ritual de presentar al resto de la banda con Rodrigo Baills en la guitarra. Ante la ráfaga de aplausos, el también compositor resaltó: “Esto es lo que necesita México. Unidad. Y lo están demostrando”. El espacio también fue aprovechado por Sabo Romo para destacar que solo tenía dos palabras para sus fans “¡No mamen! Es un privilegio, como siempre, estar aquí. Y aunque sea a la chingada, pero siempre Nos Vamos Juntos”. Y la multitud cedió: se fue “yendo, como el mar, lento y salvaje” como lo había sido el show del quinteto, que apenas desapareció del entarimado, fue llamado por sus huestes sin tregua.

Al grito de “¡Otra, otra, otra!”, mientras las luces de celular iluminaban todos los rincones del Domo de Cobre, en el que colgaron el letrero de sold out, los miles continuaban en sus asientos en espera de ver regresar a la banda. Minutos después, una cita de Frida Kahlo indicó que habría un poco más: “Quise ahogar mis penas en alcohol, pero las condenadas aprendieron a nadar”. Quisiera Ser Alcohol; seguida de una plegaria: Mátenme Porque me Muero y Afuera anunciaron que el final estaba por llegar; no sin antes interpretar su mayor éxito: su versión de La Negra Tomasa, un tema que enloqueció por completo al inmueble. Unos aprovecharon espacios como las escaleras o los angostos pasillos para bailar la cumbia, ya fuera solos o en pareja; otros, con los brazos en alto, ya fuera para seguir el ritmo o para tomarse una selfie. Y así, bajo el hechizo de la negra Tomasa, la banda envió a sus seguidores, pasada la media noche, a casa.

Foto cortesía Ocesa / Lulú Urdapilleta

 

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