* Se presentará en Santa Fe hasta el 23 de diciembre
En vilo. Así como los pies y manos de los acróbatas, que apenas rozan los trapecios y los columpios, de igual forma, los números del espectáculo Luzia, así soñamos México mantienen a sus espectadores: al filo de la butaca. Y minutos después, les arranca una sonrisa por la sorpresa, una expresión de alivo, un suspiro de emoción.
En la 38ª. producción del Cirque du Soleil, inspirada en la cultura mexicana y que inició temporada este jueves en la Carpa Blanca y Dorada en Santa Fe, los colibríes, algún payaso y uno que otro músico, hacen de las suyas y acaparan la atención, aún antes de que las luces se apaguen e inicie formalmente el show, con sus apariciones sorpresivas por diversos rincones del escenario o sus recorridos por los pasillos entre el público.
La propuesta escénica, escrita y dirigida por Daniele Finzi, en asociación con Brigitte Poupart, muestra a un viajero que llega a México y que poco a poco descubre un sitio lleno de color y paisajes diversos. “Por favor, escuche atentamente las instrucciones de seguridad antes de despegar. Cuando alcancemos la altitud del viaje habrá un intermedio de 25 minutos. Mientras tanto, siéntense, relájense y disfruten Luzia”, se escucha por el altavoz.
“Mi nombre es Adolfo González, soy su piloto. Durante su salto llegarán a una velocidad de caída libre de 200 km por hora. Necesitarán abrir su paracaídas a mil metros. En caso de una emergencia durante la caída libre, no podremos ayudarles. ¡Disfruten de su salto!” Y así, a toda velocidad, arranca el periplo por los aires, donde el sonido de las aves y el murmullo del viento llenan el ambiente; mientras una extraña llave brilla, bajo los rayos de sol, invitando a abrir la puerta a un mundo nuevo.
Al instante, una mariposa monarca en pleno vuelo, seguida de un caballo a galope, da la bienvenida a otra dimensión. Una que es amenizada por los gritos, las guitarras y las trompetas del mariachi -al estilo Nortec- y en donde los colibríes hacen gala de sus poderosas alas y muestran las piruetas y saltos que pueden ejecutar durante su danza/vuelo, sobre un escenario en movimiento constante, pues está formado por una plataforma circular para que el público pueda observar cada detalle desde todos los ángulos, además de dos bandas para correr, lleno de flores amarillas, que evocan al cempasúchil.
Con el “sol a plomo”, dos acróbatas con aros y una más sobre el trapecio dan muestra de su talento, que culmina bajo la lluvia, evocada con una cortina de agua, atravesada a placer por la trapecista que, en pleno vuelo, alcanza a quedar por encima de parte del público.
Cabe resaltar que este es el primer show de la compañía canadiense, en tour, que emplea este elemento para diversos números, y que incluso llega a utilizarlo como lienzo al mostrar figuras, “imágenes bidimensionales creadas a partir de gotas de agua y espacios vacíos”, mientras el líquido cae desde lo alto del escenario, que no deja de girar.
De pronto, la carpa se ha convertido en cancha de futbol en donde el público se convierte en jugador involuntario. Como ese, varios sketches realizados por un payaso, en medio de los números acrobáticos y que evocan un poco a las apariciones de la ardilla en las cintas de La Era del Hielo, logran el cometido: que el público se involucre en el show, aunque sea con su voz.
Un acróbata nos lleva al encuentro, a casi viaje de reconocimiento, con un jaguar, en medio de un cenote, mediante una danza aérea en cuerdas, misma que es amenizada con el canto de la mexicana Majo Cornejo; y que cede el proscenio, con música de marimba en el ambiente, a un malabarista que hace lo propio con unos bolos.
Sin embargo, uno de los números que más expectación provoca es la del ruso Aleksei Goloborodko, un joven contorsionista que dobla su cuerpo en posiciones casi inimaginables, provocando frases de sorpresa y admiración.
Es él quien prepara un poco al respetable para un impresionante acto en columpios, en el que participan alrededor de diez artistas quienes, con el impulso generado por el vaivén de los péndulos, son lanzados por los aires donde realizan piruetas, para después dejarse llevar por la gravedad y caer en la estructura del lado contrario, también en movimiento. Todo en perfecta sincronía, ejecutado sobre la plataforma giratoria, que no deja de moverse para que todos los asistentes puedan observar desde todos los ángulos. Y así, con la adrenalina a tope, el viaje concluye con una gran fiesta.
Por otro lado, es a través de los detalles como la utilería -instrumentos sobre el escenario como una marimba, un organillo- el vestuario de algunos acróbatas, como de otros artistas (tres, vestidos de mariachi), la máscara de lucha libre, las máscaras/sombreros con figuras de animales (armadillos, mariposas monarca, serpientes, colibríes), entre otros- es que se hace referencia a elementos de la cultura mexicana.
Si lo que espera el espectador es ver imágenes con los que se suele promover al país como El Ángel de la Independencia o las pirámides, o escuchar algo tipo el Huapango de Moncayo, no es así. Es un montaje circense, en el que participan 45 artistas de 19 nacionalidades, que también con ayuda de la escenografía, que estuvo a cargo del director artístico Eugenio Caballero, evoca diversos rincones del país. Todo adaptado a las necesidades que requiere un espectáculo circense, lleno de acrobacias, piruetas y contorsiones.
Luzia, así soñamos México estará disponible en la Carpa Blanca y Dorada en Santa Fe hasta el 23 de diciembre de 2018. Los boletos para este espectáculo, cuyos precios oscilan entre los dos mil 290 pesos y los $890, que no incluyen los cargos por servicio, están a la venta a través de www.ticketmaster.com.mx.
Para más detalles sobre el show ve a https://www.cirquedusoleil.com, www.facebook.com/CirqueduSoleil/, https://www.cirquedusoleil.com/es/luzia, www.facebook.com/LUZIAbyCirqueduSoleil/ y @Cirque.
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