* El trío no estuvo completo, su baterista se enfermó
* “Volveremos a vernos muy pronto, esperamos”: Paul Banks a modo de despedida
Una bandera aterriza sobre el escenario y mientras él se inclina para levantarla, los gritos de euforia retumban en la pista, en las gradas y en las escaleras. Unos pocos piden, casi de manera imperceptible, “¡Otra!, ¡Otra!, ¡Otra!”, el resto sigue en éxtasis, tratando de entender lo que acaba de pasar. Paul Banks extiende el lábaro patrio y en él se observa la leyenda “Te amo Interpol” (“I love you”). “¡México!”, responde el cantante inglés y lanza un beso al aire. Después, desaparece en la oscuridad del escenario, mientras los miles en la pista siguen embelesados por un show en el que Interpol ofreció lo mejor de su repertorio, así como temas de lo que será su nuevo disco, y en el que la audiencia -de 21 mil 100 almas- le profesó su fervor apenas arrancó con Untitled.
El gran ausente en una noche de celebración por el regreso de la banda a tierra azteca después de tres años de ausencia -dos de ellos a causa de la pandemia– fue el baterista Sam Fogarino, quien se enfermó, dijo Banks después de que él y Daniel Kessler, en compañía de tres músicos más, hicieron trepidar al Palacio de los Deportes con el clásico Evil, como segundo tema del show. “Muchísimas gracias. Es genial estar con ustedes. Desafortunadamente, Sam se enfermó al último momento y no pudo tocar esta noche, pero está aquí con nosotros otro de nuestros amigos”, expresó el vocalista sin dar más detalles el pasado 28 de mayo.
Los gritos de “¡Interpol!, ¡Interpol!, ¡Interpol!” entre ambas piezas sirvieron solo para calentar motores de lo que sería una velada de entrega mutua entre el grupo neoyorkino y los mexicanos, un periplo en el que la multitud acompañó al cantante -sin opacar su voz- en cada estrofa de cada canción; batió palmas al compás de la guitarra y cimbró al Domo de Cobre marcando el ritmo de la batería, mientras desfilaban temas como Fables -del que será su nuevo álbum de estudio titulado The Other Side Of Make-Believe-, If You Really Love Nothing, Take You On A Cruise, Pioneer To The Falls y Narc, en los que el juego de luces sobrio y en desnivel recreó una atmósfera centellante; y a veces, mediante una esfera empleada en la música disco, lucieron efectos que simulaban flashes, relámpagos que electrizaron el ambiente; en otras ocasiones aparecieron tonalidades rojas o azules, para dar calidez al entarimado, porque frente a él, el entusiasmo estaba a flor de piel y convirtió a varios en virtuosos de la guitarra o la batería de aire por una noche.
“¡Fantástico, chicos!”, dijo Paul, y la audiencia le respondió con un rugido. “Ha transcurrido mucho tiempo desde la última vez que estuvimos aquí y siento que han pasado varias vidas”, agregó; y la multitud, que también ha estado ávida de volver a los conciertos tras dos años de emergencia sanitaria, le hizo saber, con otro rugido, que no es el único que echaba de menos la música en vivo, y arropó al grupo con una ovación, porque además, los mexicanos extrañaban un concierto de Interpol, esa banda a la que le hacen bromas en redes sociales diciendo que “viene a pagar el predial” o que sus integrantes “ya viven aquí” debido a que sus visitas eran constantes antes de la aparición del Covid-19. Sin embargo, la relación que el trío tiene con nuestro país ha sido muy intensa desde el inicio.
Cabe recordar que en su primer concierto en México, en septiembre de 2005, sus fans -cerca de siete mil- abarrotaron el Salón Mexica del World Trade Center y lo hicieron vibrar al grado de que los organizadores decidieron posponer la segunda fecha, programada en el mismo sitio, hasta encontrar el foro adecuado para garantizar la seguridad de los miles de seguidores que ya por ese entonces tenía el grupo. Paul Banks rememoró ese momento en una entrevista con el diario El Universal en 2010: “Ese ha sido el mejor concierto de mi vida, lo digo en serio… fue absolutamente hermoso, y aterrador también”. Desde entonces, su poder de convocatoria, lejos de menguar, con el paso de los años suma seguidores de nuevas generaciones.
Así, en el Domo de Cobre, los fanáticos del trío le refrendaron su entusiasmo con creces y escucharon con atención sus nuevas propuestas: Toni y Something Changed, que también sirvieron para reponer un poco de energía, la cual de inmediato se elevó en un coro multitudinario en Obstacle 1, y se desbordó en saltos que cimbraron al inmueble en All The Rage Back Home, para después mutar en una mar luminosa, que abrazó en su vaivén parsimonioso al grupo y lo llevó a puerto seguro, mientras interpretaba Rest My Chemistry, lo que marcó tal vez el momento más emotivo del espectáculo, y cuya travesía culminó con un grito de miles al unísono: “¡Interpol!, ¡Interpol!, ¡Interpol!”
Paul Banks, serio y concentrado durante la interpretación, esbozaba una sonrisa entre cada pieza; mientras Daniel Kessler mostraba sus mejores pasos de baile, únicos. Entonces, llegaron Leif Erikson, The Heinrich Maneuver -en la que el Palacio de los Deportes volvió a trepidar-, The Rover, The New y C’mere, uno de los clásicos más esperados en los que el respetable se dejó llevar, cantó y siguió el ritmo con las palmas, como para cerciorarse que los neoyorkinos están en casa. Pero ellos, desaparecieron del escenario tras este tema, mientras la audiencia no dejaba de aclamarlos.
Un breve receso y los gritos volvieron a retumbar en el foro anunciado así la vuelta de los músicos que tocaron de inmediato Lights, PDA y otro clásico: Slow Hands, en el que la multitud volvió a sacudir el inmueble de la Magdalena Mixhuca. Pero de nueva cuenta, Interpol desapareció.
En ese momento, varios en la pista se enfilaron para tomar las escaleras, y aunque fue breve, la espera pareció más larga que la anterior. Sin embargo, el rugido en las gradas anunció el regreso del grupo y aquellos a medio camino hacia la salida, volvieron más aprisa sobre sus pasos. “¡Muchísimas gracias!”, dijo Banks y esbozó una sonrisa. Entonces, soltaron Not Even Jail y el Domo de Cobre sucumbió al éxtasis provocado por la banda. “Volveremos a vernos muy pronto, esperamos, porque ha sido un placer”, se despidió Paul; y, en medio de la conmoción, la bandera de México, sostenida en el entarimado por el propio cantante daba cuenta, en palabras, de lo que sus fans aztecas profesaron en más de una hora 40 minutos: su devoción por Interpol.
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