* El segundo álbum de Nirvana, una especie de contracultura que impactó al mundo

 

* Contiene himnos para la generación X, que andaba en busca de una identidad

 

* El libro sobre Cobain: un viaje desde su adolescencia hasta su controversial muerte

 

Por Alejandro Trejo Martínez

Hay historias que se hacen eternas y, sin importar cuándo empezaron, nunca terminan. El tiempo no pasa ni más rápido ni más lento. Todo es relativo a la importancia que damos a los acontecimientos diarios, a los sucesos que nos rodean y que queremos que nos atañan.

En la perspectiva del tiempo, para muchos no importa si fue ayer o hace años, lo relevante para las personas es la trascendencia de un suceso, un objeto, una persona, la comida, los olores, la música

Sin duda algo de todo esto nos marca en la vida y con el paso del tiempo los recuerdos también se hacen longevos y algunos se encuentran en una relevancia especial.

Parece que fue ayer. Ahora en el lejano 1993 conocí a Nirvana en compañía de mi primo Edgar, mi compañero de descubrimientos musicales.

Un par de años después del lanzamiento del segundo álbum de la banda de Aberdeen Washington, recuerdo que nuestra inquietud musical se tornaba hacia lo estruendoso, más allá del rock mexicano y sus exponentes.

Explorábamos lo que los sonidos callejeros nos proporcionaban, lo que los puestos de tianguis ponían a todo volumen para vender las copias de decenas de álbumes grabados en esos viejos cassettes, esas cintas magnéticas que registraban lo que sería nuestro inicio en la colección de música.

Nevermind nos abrió la puerta al movimiento grunge. Al conocimiento de que la música podría hacerse sólo con tres acordes. Rabia, descontento y disfrute de voces desgarrándose. Himnos para nuestra generación X que trataba de encontrar una identidad, un sentimiento de pertenencia, de estar en contra de lo comercial. Una especie de contracultura que impactó en todo el mundo.

Come As You Are fue la primera rola que intenté aprender a tocar en la guitarra, mientras Edgar, con su genio para abstraer música y ser todo un empírico en este arte, ya tocaba al menos 8 de los 12 temas que venían grabadas en el cassette, cuya portada tiene el niño que persigue un billete bajo el agua.

Intentamos formar una banda y nuestras principales piezas eran canciones de Nirvana: Smells Like Teen Spirit, Come As You Are, Breed, Lithium, Polly, Territorial Pissing, Drain You, Lounge Act, eran parte de nuestro setlist.

Recuerdo que inicié en la batería, pero mi coordinación no era la mejor, así que terminé tocando el bajo, y siguiendo las instrucciones de mi primo, aprendí, acorde por acorde, cada una de las piezas. Su talento para reproducir la música y el mío para copiarla nos ayudaron a crecer y disfrutar la música de una manera inolvidable, trascendente y que aún nos une en la dinámica de compartirnos música y buscando nuevas bandas para escuchar.

El año 1991 marcó nuestra vida hasta 1993 con Nevermind, el segundo disco de estudio del grupo liderado por Kurt Cobain, a quien acompañaban en el bajo Chris Novosolic y en la batería, ya para este disco, Dave Grohl.

El segundo álbum de estudio del trío fue su primero con una multinacional, DGC Records, lo que le ayudó catapultarse a niveles mundiales y alcanzar la fama, esa que un día detestaría Kurt Cobain, y ubicarse en las listas de los más vendidos, al desplazar del número 1 de Billboard a Dangerous de Michael Jackson en 1992.

Este año, 2021, ese disco cumple 30 años de haber salido a la luz. Un material que sin duda marcó a muchos jóvenes e hizo de Nirvana la banda favorita de miles, incluido yo, nos encaminó en la búsqueda de música contracultural y también delineó gran parte de los gustos musicales de una generación.

En mis recuerdos perdura el haber conseguido el cassette en el puesto del tianguis del lunes, aquel que en la orilla de la cuarta avenida ponía a todo volumen la música para ofertarla. Ese mismo año, tras semanas de ahorros, logré comprar la cinta “original” y muy emocionado descubrí el pequeño booklet. Las fotos en primer plano de la banda, una con Kurt Cobain mostrando el dedo medio, la de un monito y el mensaje -que trataba de entender con diccionario en mano-.

Frases cortas de las piezas, enunciados sin sentido que comenzaban con “Spring is here again” y terminan con “It was hard to find, oh well, whatever, nevermind”.

Con esta “incoherencia” en las letras, escuchamos ese álbum una y otra vez. 12 temas que cambiaron mi juventud y adolescencia. Letras que no necesitaban ser explicadas o entendidas, pues en su conjunto con la música, me hacían (y todavía) mover la cabeza.

Sin significados explícitos o implícitos, las letras y música de Nevermind eran un estallido, un grito de rebeldía ante la cultura musical, donde al estilo del punk, bastaban tres o cuatro acordes para hacer una pieza estridente y de gran impacto.

Charles R. Cross comenta en su libro Heavier Than Heaven, que muchas de las canciones escritas para Nevermind trataban sobre la relación disfuncional de Cobain con Tobi Vail, la activista y fundadora de Bikini Kill, en 1990, con quien planeaba algunos proyectos musicales y grabaron algunas pistas, que después terminaron como bases de canciones de Nirvana.

Mucho de la personalidad de Kurt Cobain quedó plasmada en Nevermind, y justo el libro Heavier Than Heaven, que se basa en más de 400 entrevistas, un lustro de trabajo y documentación, en la revisión de los diarios personales del vocalista de Nirvana, rolas inéditas, fotos y algunos archivos policiales, nos presenta la vida del vocalista de una de las bandas más famosas de Seattle, desde la adolescencia hasta la cumbre de la fama, así como su fatídica y controversial muerte.

En él nos encontramos con parte de la vida de Kurt Donald Cobain, cómo se moldeó su personalidad, sus historias de amor y su paso por el mundo de las drogas (heroína).

Más duro que el cielo (Heavier Than Heaven) fue el eslogan usado por los promotores de conciertos británicos para anunciar la gira que realizó Nirvana por Inglaterra en 1989 junto con el grupo Tad. El doble significado que se le puede dar a la palabra heavy (duro y pesado) servía para indicar con un solo término tanto al sonido “duro” de Nirvana como a los 135 kilos de Tad Doyle, guitarrista y vocalista de la mencionada banda, también oriunda de Seattle.

Empero, esa frase empleada como título de la obra de Charles R. Cross, nos hace pensar lo duro que fue la vida con Cobain, lo fuerte que debió ser para crear la música que dejó, lo difícil que fue tomar decisiones y, en ciertos momentos, coquetear con la muerte.

Sin duda un libro lleno de pasajes y datos íntimos del cantante, de su viuda Courtney Love, de Nirvana, de su familia. Un recorrido que incita a escuchar, sin importar la voz que se desgarra, los acordes distorsionados y las letras con infinidad de sentidos durante los aproximadamente 60 minutos que dura Nevermind, un álbum que pasó a la posteridad y convertido en un punto de inflexión para muchos que se hicieron fanáticos del grunge.

Hace unos días leí una nota y confirmé que este disco marcó a muchas personas. Quizá para bien, quizá para mal, pero las marcó. El artículo decía que el niño que aparece en la portada de la placa discográfica demandó a la banda por presunta “explotación sexual infantil”, debido a que “la foto de la portada es pornografía infantil”.

No sé si proceda, si procedió, si pasará o pasó algo con esta demanda. De lo que sí estoy seguro es que no importa cuánto tiempo haya pasado, Nevermind marcó a muchas personas con un peso y una dureza que permanecerá por al menos otras tres décadas.

Heavier Than Heaven

Portada de “Heavier Than Heaven”, de Charles R. Cross

 

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