* Familias mexicanas dedican coloridos altares a sus seres queridos que ya fallecieron

 

* En el onceavo mes del año también se conmemora la partida de célebres escritores como Huxley y Wilde

 

* Entre los recordados cada año se encuentra Edmundo Valadés

 

Por Alejandro Trejo Martínez

En México, en víspera de que inicie el onceavo mes del año, el olor del copal llena el ambiente, mientras que el tenue centelleo de las veladoras que ilumina el sendero trazado con flores de cempasúchil sirven de guía a las almas que, por una noche, según la tradición, vuelven a la tierra para disfrutar de pequeños gustos mundanos -tamales, dulces, fruta, pan, cigarros y hasta bebidas alcohólicas- con los que alguna vez se regocijaron. Todo dispuesto en un altar… lleno de color, que proviene del papel picado.

En las horas previas al inicio de noviembre, la gran mayoría de las familias mexicanas, al igual que en otras naciones, se concentran en un ritual de recuerdos, nostalgias, lágrimas. Una especie de celebración que se ve representada por altares, actos y ofrendas dedicados a aquellos familiares o seres queridos que fallecieron y son rememorados los días 1 y 2.

La festividad del Día de Muertos es una costumbre con un arraigo anterior a la llegada de los españoles, que tiene lugar cada año con el objetivo de honrar a los que ya partieron de esta vida terrenal. Es común en muchas culturas mesoamericanas, las cuales tenían un concepto parecido sobre la muerte y su significado, y que, tras la llegada de los españoles, se volvió mestiza y adhirió nuevos elementos y significados de la religión católica, debido al sincretismo cultural.

Visitas a panteones, misas y rezos -masivos o en privado, son de las actividades que se realizan en diferentes rincones del país -este año restringidas debido a la pandemia por Covid-19– para recordar a quienes fallecieron.

Sin embargo, uno de los detalles más significativos para estos días es la Ofrenda, que consiste en disponer un lugar para la veneración y en el cual se disponen los gustos de los difuntos quienes, según las creencias, vuelven estos dos días para degustar de esos manjares que algún día disfrutaron. La mayoría de las familias mexicanas las coloca y celebran estos días con la ilusión de complacer a “sus muertos”.

No cabe duda que es una “festividad” muy colorida y hermosa la de recordar a alguien que falleció; sin embargo, también hay historias, calamidades y tragedias que preceden a la celebración post mortem, porque no debe haber quien vitoree cuando La Muerte esté rondando o acechando a algún ser querido.

Las historias pueden ser muy desgarradoras, desde aquellos que perecieron en un accidente; en un hospital por una enfermedad o por una negligencia médica; los que estuvieron en el lugar equivocado en el momento equivocado; las de aquellos a los “que no les tocaba”; los de la bala perdida; los asesinados… Esas experiencias de familias que son terribles y que nadie quiere padecer.

En noviembre se celebra muerte, esa que es inherente a la vida y que en el cliché de es lo único seguro que todos tenemos, los deseos son de que nadie padezca la muerte en alguna de sus situaciones más escabrosas.

Este mes, además de los días 1 y 2, tiene otros en los que se recuerdan a célebres escritores debido a sus aniversarios luctuosos, como el 22, día en que Aldous Huxley dejó este mundo feliz; un 18 de noviembre Marcel Proust dejó de buscar el tiempo perdido; y el último día del onceavo mes del año Oscar Wilde terminó con el hedonismo de Dorian Gray.

También ese día, el 30, nos trae el recuerdo del fallecimiento de un escritor mexicano que sin duda fue un pilar para el género del cuento y también un defensor acérrimo de éste, así como uno de sus grandes exponentes: Edmundo Valadés.

La muerte tiene permiso, una de sus grandes obras, es un compilado de cuentos que viene ad hoc a las fechas y temáticas del mes, con propuestas como Vivir como un animal o como un hombre, que dilucida la dicotomía de la vida y la muerte y como puede estar en manos de otros; mientras que alguien que Estuvo en la Guerra narra lo cerca que se puede estar y vivir la muerte; pero presenciar un asesinato No es como al soñar; y en qué momento hacer una Grosería es Jalar del Gatillo y que sólo sea Asunto de dos.

Con una gran fluidez, con un humor ácido y contextualizados en el México de los años 40 y 50, Valadés nos presenta 18 cuentos, 18 relatos en los que los protagonistas presentan sus historias de muerte, aquellas donde la vida no vale la pena, donde es mejor morir que vivir, instantes donde la vida es tan cruel que se padece la muerte en vida, situaciones donde la muerte se presenta de manera súbita, momentos en que ni si quiera se dan cuentan que están muertos, porque, eso que todos tenemos seguro no necesita anunciarse, no siempre se manifiesta con anticipación, porque… La Muerte tiene permiso para todo o no pide permiso para nada.

 

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