* “Drive My Car”, primer filme japonés en recibir en llevarse la estatuilla
Por Alejandro Trejo Martínez
La bofetada que el otrora Príncipe del Rap, Will Smith, propinó al comediante Chris Rock en la más reciente ceremonia de entrega de los Premios de la Academia, a causa de una broma de mal gusto que realizó este último a Jada Pinkett, esposa del alguna vez soldado combatiente de extraterrestres en El Día de la Independencia se esparció como pólvora en redes sociales y, con ello, dinamitó el resto de la noche para aquellos que faltaban de reconocimiento.
El infortunado show, dentro del show que son las premiaciones -de las cuales no soy fanático y por ello no he visto ceremonias de Grammys, Espys u Oscar, aunque esta última la tuve presente-, opacó momentos que, en galas anteriores a la 94 -celebrada el pasado 27 de marzo- han sido los estelares, como la entrega del Oscar a Mejor Película -que este año se llevó Coda-, o el galardón Honorífico que la Academia otorgó a Samuel L. Jackson, y, sobre todo, la paradoja de que la obra de un multi-nominado al Premio Nobel de Literatura resultó premiada en su adaptación cinematográfica.
Se trata de Drive My Car, del director Ryusuke Hamaguchi, que hizo historia al convertirse en el primer filme japonés en recibir la nominación a la categoría principal; y de las cuatro en las que estuvo nominada obtuvo el Oscar como Mejor Película Internacional.
La historia del filme recién distinguido está basada en el cuento homónimo del escritor y traductor nipón Haruki Murakami, quien ha sido considerado en diversas ocasiones al Premio Nobel de Literatura desde 2010, sin tener la fortuna de obtenerlo hasta la entrega de este texto.
El cuento, incluido en una colección del año 2014 llamada Hombres sin mujeres, fue publicado por primera vez en noviembre del 2013, en la revista mensual de su editorial japonesa Bungeishunju, y narra la historia de Yūsuke Kafuku, un actor de 50 años que busca un chofer para que conduzca su auto, un Saab 900 amarillo que tiene 12 años y 100 mil kilómetros, el cual nunca piensa vender, pues adora descapotarlo en cualquier momento que desee.
Kafuku necesita ensayar durante sus trayectos antes de salir a escena, por lo que le pide a su mecánico que le recomiende un conductor, y éste termina presentándole a Misaki Watari, una chica de 24 años, antipática, callada y fumadora empedernida.
Un viaje por auto al centro del dolor, a la realidad que Kafuku vive y quiere desaparecer. Una tragedia en su vida compartida con Misaki, quien conduce con suavidad y destreza, sin importar que el viejo Saab sea manual.
Al igual que el surrealismo kafkiano que tiene como influencia, Murakami demuestra que The Beatles es parte importante de este cuento, pues al igual que hiciera en 1987 con su novela Norwegian Wood, traducida al español como Tokio Blues, el novelista nipón, vuelve a recurrir al disco Rubber Soul del cuarteto de Liverpool para inspirar un relato.
Por otro lado, Tokio Blues es una novela que lleva como trama la canción de Fab Four – Norwegian Wood (This Bird Has Flown-, misma que escucha en el Aeropuerto de Hamburg.
La canción le hace recordar su juventud en Tokio, en especial a Naoko, la novia de su mejor amigo de la adolescencia, Kizuku. Naoko es un paradigma de la belleza y foco de deseo de Watanabe, el narrador de esta historia.
Tokio Blues es una novela que nos hace viajar a los barrios de Tokio, por los paisajes campiranos, montañas y playas japonesas. Nos cuenta un poco de las costumbres niponas y de lo importante que es sobresalir, la competencia estudiantil y lo que pueden llegar a hacer los jóvenes cuando hay decepción por no conseguir algo.
Con un recorrido por sentimientos como la nostalgia, amor, depresión, sensualidad, sexualidad, muerte, Tokio Blues también se puede disfrutar en una adaptación cinematográfica de 2010, dirigida por Tran Anh Hung, donde la música estuvo a cargo de Jonny Richard Guy Greenwood, el mismo Jonny Greenwood de Radiohead.
La música acompaña de manera virtuosa y armónica al filme y retrata la sensibilidad de los hechos que expresó Haruki Murakami, ese eterno aspirante al Nobel, quien sin duda puede ser merecedor del galardón, tanto como su obra, aunque sea en una adaptación cinematográfica, con la cual da una bofetada a la industria, pues sus historias, sea cómo fuere que se presenten, serán leídas o “vistas”.
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